lunes, 10 de mayo de 2010

El furor del Dragón o mamporros en el patio

Roma, ciudad eterna, fue el escenario. Chuck Norris, el amigo americano, que a la sazón había que apalear por las diversas políticas imperialistas de sus dirigentes. Recordad que los 70 fueron años de compadreo rojillo y antiamericano, las bases fuera y tal. Alguien habría de pillar, y fue el bueno de Chuck.
En el otro lado del ring, Bruce Lee, la más grande. El coliseo romano fue testigo de la paliza.
Para ser justo, he de decir que Bruce no paseaba sus trasero por el Actor's Studio a decir verdad y sin embargo ese toquecito de nariz, esa mano invitando a venir, creó escuela. Si ves esos gestos en Los Simpsons, significa irrevocablemente que has triunfado en lo que hacías y a fe mia que alguna vez Bart los hizo. Si me equivoco me corregís.
El Furor del Dragón es una película europea, lo cual dice muchas cosas sobre el encumbramiento de la estrella asiática. Dice, por ejemplo, que el presupuesto incluía cátering, pizza en este caso y los permisos para rodar en algún aeropuerto.
Lo mejor de la película, a mi parecer, el trabajo gráfico de la cabecera, también muestra de que Lee ya podía invitar a su novia a algo más que pipas.

El lunes, en el cole, qué os diré que no sepáis. Creo que a la salida del cine, ya calentitos los chavales, dábamos muestras de haber entendido la filosofía oriental que quería Bruce que los occidentales comprendiéramos. Durante la semana se serraban escobas y se acudía a la ferretería a por un palmo de cadena y cinta aislante para confeccionar los nunchacos más chulos del patio, aunque se solían esconder de la vista de profesores y alumnos de cursos superiores.

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